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Nacido en Ratisbona, Alemania, en enero de 1877, el presbítero Hugo Obermaier Grad fue también prehistoriador, geólogo y paleontólogo. Enfocado en los estudios prehistóricos pasó la mayor parte de su vida académica en España. De 1909 a 1914, con el apoyo del Príncipe Alberto I de Mónaco, excavó en la Cueva del Castillo (Puente Viesgo, Cantabria), considerado el yacimiento paleolítico más importante de Europa en ese momento. Aunque, inicialmente dichas excavaciones fueron encabezadas por Hermilio Alcalde del Río, Henri Breuil y Obermaier, finalmente, fue este último quien tomó la responsabilidad, apoyado por Paul Wernert, su alumno. 

A partir de 1911 ocupó la cátedra de Geografía del Cuaternario en el Institut de Paléontologie Humaine de París, fundado por el Príncipe Alberto I de Mónaco. Debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, se vio obligado a trasladarse a España en 1914. Ahí trabajó en la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, hasta 1919. En 1922 se estableció para él la cátedra de Historia Primitiva del Hombre en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, actual departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense, misma que ocupó hasta el estallido de la Guerra Civil (1936). Fundó ahí una importante escuela de prehistoriadores y arqueólogos e implantó la prehistoria como disciplina científica.

Entre sus obras más importantes están El hombre fósil (1916), El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad (1932) y La Cueva de Altamira en Santillana del Mar (1935). En 1938 aceptó una cátedra en la Universidad Católica de Friburgo, Suiza, en donde falleció en noviembre de 1946. 

     

 

 
Hugo Obermaier, s/d. Fondo documental y fotográfico Juan Comas. Arriba: representaciones zoomorfas y siluetas de manos. Cueva del Castillo, Puente Viesgo. Abajo: representación de un bisonte echado, Cueva de Altamira, Santander (según H. Breuil y H. Obermaier). Fondo documental y fotográfico Pedro Bosch-Gimpera.



Por Alicia Reyes Sánchez

Boletín Alfonso Caso